«Doctoris
Angelici
(Motu Proprio)
San Pío X
SOBRE EL ESTUDIO DE LA DOCTRINA DE
SANTO TOMÁS DE AQUINO
La filosofía escolástica, base de los estudios
sagrados
Ningún católico sincero puede poner en duda la
siguiente afirmación del Doctor Angélico: Reglamentar el estudio compete, de
modo particular, a la autoridad de la Sede Apostólica que gobierna a la Iglesia
universal, y a ello provee por medio de un plan general de
estudios [1]. En varias ocasiones hemos cumplido con
este magno deber de Nuestro oficio, principalmente cuando en nuestra carta Sacrorum
antistitum, del 1 de septiembre de 1910, nos dirigíamos a todos los Obispos
y a los Superiores de las Órdenes Religiosas, que tienen el deber de
atender a la educación de los seminaristas, y les advertíamos: “Por lo que se
refiere a los estudios, queremos y mandamos taxativamente que como fundamento
de los estudios sagrados se ponga la filosofía escolástica... Es importante
notar que, al prescribir que se siga la filosofía escolástica, Nos referimos
principalmente a la que enseñó Santo Tomás de Aquino: todo lo que Nuestro
Predecesor decretó acerca de la misma, queremos que siga en vigor y, por
si fuera necesario, lo repetimos y lo confirmamos, y mandamos que se observe
estrictamente por todos. Los Obispos deberán, en el caso de que esto se hubiese
descuidado en los Seminarios, urgir y exigir que de ahora en adelante se
observe. Igual mandamos a los Superiores de las Ordenes Religiosas”.
Nos referimos a los principios de Santo Tomás
Como habíamos dicho que había que seguir principalmente
la filosofía de Santo Tomás, y no dijimos únicamente, algunos
creyeron cumplir con Nuestro deseo, o al menos creyeron no ir contra este deseo
Nuestro, enseñando la filosofía de cualquiera de los Doctores escolásticos,
aunque fuera opuesta a los principios de Santo Tomás. Pero se equivocan
plenamente. Está claro que, al establecer como principal guía de la filosofía
escolástica a Santo Tomás, nos referimos de modo especial a sus principios, en
los que esa filosofía se apoya. No se puede admitir la opinión de algunos ya
antiguos, según la cual es indiferente, para la verdad de la Fe, lo que cada
cual piense sobre las cosas creadas, con tal que la idea que tenga de Dios sea
correcta, ya que un conocimiento erróneo acerca de la naturaleza de las cosas
lleva aun falso conocimiento de Dios; por eso se deben conservar santa e
invioladamente los principios filosóficos establecidos por Santo Tomás, a
partir de los cuales se aprende la ciencia de las cosas creadas de manera
congruente con la Fe [2], se refutan los errores de cualquier
época, se puede distinguir con certeza lo que sólo a Dios pertenece y no se
puede atribuir a nadie más [3], se ilustra con toda claridad tanto
la diversidad como la analogía que existen entre Dios y sus obras. El Concilio
Lateranense IV expresaba así esta diversidad y esta analogía: “mientras más
semejanza se afirme entre el Creador y la criatura, más se ha de afirmar la
desemejanza” [4].
Estos principios son como el fundamento
de toda ciencia
Por lo demás, hablando en general, estos
principios de Santo Tomás no encierran otra cosa más que lo que ya habían
descubierto los más importantes filósofos y Doctores de la Iglesia, meditando y
argumentando sobre el conocimiento humano, sobre la naturaleza de Dios y de las
cosas, sobre el orden moral y la consecución del fin último. Con un ingenio
casi angélico, desarrolló y acrecentó toda esta cantidad de sabiduría recibida
de los que le habían precedido, la empleó para presentar la doctrina sagrada a
la mente humana, para ilustrarla y para darle firmeza [5]; por eso, la sana
razón no puede dejar de tenerla en cuenta, y la Religión no puede consentir que
se la menosprecie. Tanto más cuanto que si la verdad católica se ve privada de
la valiosa ayuda que le prestan estos principios, no podrá ser defendido
buscando, en vano, elementos en esa otra filosofía que comparte, o al menos no
rechaza los principios en que se apoyan el Materialismo, el Monismo, el
Panteísmo, el Socialismo y las diversas clases de Modernismo. Los
puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás, no deben ser
considerados como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son como los
fundamentos en los que se asienta toda la ciencia de lo natural y de lo divino.
Si se rechazan estos fundamentos o se los pervierte, se seguirá necesariamente
que quienes estudian las ciencias sagradas ni siquiera podrán captar el
significado de las palabras con las que el magisterio de la Iglesia expone los
dogmas revelados por Dios.
Por esto quisimos advertir a quienes se dedican
a enseñar la filosofía y la sagrada teología, que si se apartan de las huellas
de Santo Tomás, principalmente en cuestiones de metafísica, no será sin graves
daños.
Este es Nuestro pensamiento:
Pero ahora decimos, además, que no sólo no
siguen a Santo Tomás, sino que se apartan totalmente de este Santo Doctor
quienes interpretan torcidamente o contradicen los más importantes principios y
afirmaciones de su filosofía. Si alguna vez Nos o Nuestros antecesores hemos
aprobado con particulares alabanzas la doctrina de un autor o de un Santo, si
además hemos aconsejado que se divulgue y se defienda esta doctrina, es porque
se ha comprobado que está de acuerdo con los principios de Santo Tomás o
que no los contradice en absoluto.
Hemos creído Nuestro deber Apostólico consignar
y mandar todo esto, para que en asunto de tanta importancia, todas las personas
que pertenecen tanto al Clero regular como secular consideren seriamente cuál
es Nuestro pensamiento y para que lo lleven a la práctica con decisión y
diligencia. Pondrán en esto un particular empeño los profesores de filosofía cristiana
y de sagrada teología, que deben tener siempre presente que no se les ha dado
la facultad de enseñar para que expongan a sus alumnos las opiniones personales
que tengan acerca de su asignatura, sino para que expongan las doctrinas
plenamente aprobadas por la Iglesia.
Concretamente, en lo que se refiere a la sagrada
teología, es Nuestro deseo que su estudio se lleve a cabo siempre a la luz de
la filosofía que hemos citado; en los Seminarios, con profesores competentes,
se podrán utilizar libros de autores que expongan de manera resumida las
doctrinas tomadas de Santo Tomás; estos libros, cuando están bien hechos,
resultan muy útiles.
Utilizar el texto de la “Summa Theologica”
Pero cuando se trate de estudiar más
profundamente esta disciplina, como se debe hacer en las Universidades, en los
Ateneos y en todos los Seminarios e Institutos que tienen la facultad de
conferir grados académicos, es absolutamente necesario –según se ha hecho
siempre y nunca se ha debido dejar de hacer– que las clases se expliquen con la
propia Summa Theologica: los comentarios a este libro harán que se
comprendan con mayor facilidad y que reciban mejor luz los decretos y los
documentos que la Iglesia docente publica. Ningún Concilio celebrado
posteriormente a la santa muerte de este Doctor, ha dejado de utilizar su
doctrina. La experiencia de tantos siglos pone de manifiesto la verdad de lo
que afirmaba Nuestro Predecesor Juan XXII: “(Santo Tomás) dio más luz a la
Iglesia que todos los demás Doctores: con sus libros un hombre aprovecha más en
un año, que con la doctrina de otros en toda su vida” [6]. San Pío V volvió a
afirmar esto mismo al declarar Doctor de la Iglesia universal a Santo Tomás en
el día de su fiesta: “La providencia de Dios omnipotente ha querido que, desde
que el Doctor Angélico fue incluido en el elenco de los Santos, por medio de la
seguridad y la verdad de su doctrina se hicieran desaparecer desarticuladas y
confundidas muchas de las herejías que surgieron, como se ha podido comprobar
ya de antiguo y, recientemente, en el Concilio de Trento; por eso establecemos
que su recuerdo sea venerado con mayor agradecimiento y piedad que hasta ahora,
pues por sus méritos la tierra entera se ve continuamente libre de errores
deletéreos” [7].Y, por hacer referencia a otras alabanzas, entre otras muchas,
que le han dedicado Nuestros Predecesores, traemos a colación gustosamente las
de Benedicto XIV, llenas de encomio para todos los escritos de Santo Tomás,
particularmente para la Summa Theologica: “Muchos Romanos Pontífices,
predecesores Nuestros, honraron su doctrina (la de Santo Tomás), como hemos
hecho Nos mismo en los diferentes libros que hemos escrito, después de
estudiar y asimilar con ahínco la doctrina del Doctor Angélico, y siempre Nos
hemos adherido gustosamente a ella, confesando con toda sencillez que si hay
algo bueno en esos libros, no se debe de ningún modo a Nos, sino que se
ha de atribuir al Maestro” [8].
Así, pues “para que la genuina e íntegra
doctrina de Santo Tomás florezca en la enseñanza, en lo cual tenemos gran
empeño” y para que desparezca “la manera de enseñar que tiene como punto de
apoyo la autoridad y el capricho de cada maestro” y que, por eso mismo, “tiene
un fundamento inestable, que da origen a opiniones diversas y
contradictorias... no sin grave daño para la ciencia cristiana” [9],
queremos, mandamos y preceptuamos que quienes acceden a la enseñanza de la
sagrada teología en las Universidades, Liceos, Colegios, Seminarios,
Institutos, que por indulto apostólico tengan la facultad de conferir grados
académicos, utilicen como texto para sus lecciones la Summa
Theologica de Santo Tomás, y que expongan las lecciones en lengua latina; y
deberán llevar a cabo esta tarea poniendo interés en que los oyentes se
aficionen a este estudio.
Esto ya se hace en muchos
Institutos, y es de alabar; también fue deseo de los Fundadores de las Órdenes
Religiosas que en sus casas de formación así se hiciera, con la decidida
aprobación de Nuestros Predecesores; y los hombres santos posteriores a Santo
Tomás de Aquino no tuvieron otro supremo maestro en la doctrina sino a Tomás.
De esta forma, y no de otra, no sólo se conseguirá restituir a la teología su
primigenia categoría, sino que también a las demás disciplinas sagradas se les
otorgará la importancia que cada una tiene y todas ellas reverdecerán.
Medidas disciplinares
Por todo ello, en lo sucesivo, no se concederá a
ningún Instituto la facultad de conferir grados académicos en sagrada teología,
si no se cumple fielmente lo que en esta carta hemos prescrito. Los Institutos
o Facultades, las Órdenes y Congregaciones Religiosas, que ya tienen
legítimamente esta facultad de otorgar grados académicos u otros títulos en
teología, aunque sólo sea dentro de la propia institución, serán privados de
esa facultad o la perderán si, en el plazo de tres años, no se acomodasen
escrupulosamente a estas prescripciones Nuestras, aun cuando no puedan cumplir
con ello sin ninguna culpa por su parte.
Establecemos todo esto, sin que nada obste en
contrario.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, el día 29 de
junio de 1914, año undécimo de Nuestro Pontificado
PIO PAPA X
(2) Contra Gentiles, II, c. III y II..
(3) Ibidem, c. III; y 1, 9. XII, a 4; y 9 LIV, a I.
(4) Decretal II
Damnamus ergo, etc. Cfr. Santo Tomás, Cuestiones disputadas “De scientia
Dei”, art. 11.
(5) Boecio, De Trinitate, 9. II, art. 3.
(6) Alocución em el Consistorio, 1318.
(7) Bula
Mirabilis Deus, 11/4/1557.
(9) Leão XIII, Carta
Qui te, 19/6/1886.»